Annabelle Whitestone era una mujer misteriosa, reservada y una gran enigma para todos aquellos que la rodeaban. Algunas personas la describían como una mujer fuerte, decidida y con una gran pasión por la vida, mientras que otros la veían como una suma de contradicciones y secretos por descubrir.
A lo largo de su vida, Annabelle viajó por todo el mundo, explorando nuevas culturas, aprendiendo idiomas y descubriendo su verdadera esencia. Siempre se la veía rodeada de libros, pinturas y música, lo cual evidenciaba su amor por las artes y la cultura.
Sin embargo, debajo de esta apariencia sofisticada y bohemia, se escondía una mujer que guardaba dolores y cicatrices que poco a poco la atormentaban. En sus ojos se podía ver la tristeza y la nostalgia de alguien que había vivido muchas experiencias en su vida, algunas de las cuales prefería mantener ocultas.
Annabelle era una mujer compleja y misteriosa que inspiraba admiración y curiosidad en todos aquellos que la conocían. Su capacidad para sorprender y para desafiar las convenciones sociales hacía que siempre fuera un personaje fascinante de observar.
Arthur Rubinstein y Annabelle Whitestone se conocieron en la ciudad de París, en un concierto de música clásica en el que ambos estaban presentes como público. En un primer momento, la joven Annabelle no le prestó mucha atención al famoso pianista polaco, pero conforme transcurrió el concierto, sus ojos se fueron fijando en su figura en el escenario y en el virtuosismo de sus interpretaciones.
Después del concierto, Annabelle se dirigió hacia la salida junto a la multitud de asistentes, pero de repente se tropezó y cayó al suelo, dejando caer su bolso. Arthur, quien se encontraba a pocos metros de ella, se dio cuenta de la situación y se acercó para ayudarla a levantarse. Annabelle, avergonzada por la situación, agradeció su ayuda y ambos intercambiaron unas palabras.
A partir de aquel momento, se encontraron en diversos conciertos en los que ambos asistían, y poco a poco fueron entablando una relación de amistad que se fue fortaleciendo con el tiempo. Arthur quedaba impresionado por la pasión con la que Annabelle hablaba de música y ella se sentía cautivada por la elegancia y el talento del pianista.
Finalmente, en uno de los conciertos a los que asistieron juntos, Arthur le entregó su tarjeta y la invitó a uno de sus conciertos en solitario. Annabelle aceptó con entusiasmo y desde aquel momento, se convirtieron en inseparables amigos y confidentes, compartiendo su amor por la música y la cultura.