Ben Freeman vivía en una pequeña ciudad rodeada de montañas en el norte de España. Trabajaba como profesor de artes en una escuela local y pasaba la mayoría de su tiempo libre pintando e intentando lanzar su carrera como artista. Después de una rutina de enseñanza ocupada durante el día, Ben solía pasar muchas noches en su pequeño estudio, rodeándose de lienzos y tubos de pintura mientras intentaba dar vida a su creatividad. A pesar de que había logrado vender algunas obras a personas locales, Ben anhelaba tener más éxito en el mundo del arte y soñaba con tener su propia exposición en una galería de renombre. A menudo se encontraba pensando en su vida y se preguntaba si alguna vez lograría su sueño. Pero a pesar de todas las dificultades, Ben seguía perseverando y pintando, decidido a lograr un éxito duradero en el futuro. Para él, ser artista era una parte integral de su vida, y no podía imaginar hacer otra cosa. A medida que se acercaba a su mediana edad, se daba cuenta de que el tiempo pasaba rápido y que necesitaba aprovechar cada momento para conseguir su sueño.