César Román era un hombre de negocios exitoso que vivía una vida llena de lujos y comodidades. Tenía una mansión en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, un yate atracado en el puerto deportivo y un garaje lleno de coches de lujo. Además de ser un gran empresario, César también era un amante de todo lo que tuviera que ver con el arte y la cultura. Solía acudir a las galerías de arte más importantes de la ciudad y su colección de arte contemporáneo era la envidia de muchos.
Pero a pesar de tener todo esto, César Román sentía que algo le faltaba en su vida. Empezó a cuestionarse si la vida que llevaba era realmente la que quería y si su éxito profesional tenía algún sentido. Decidió entonces empezar a involucrarse en obras de caridad y a ayudar a los más necesitados. Esto le hizo darse cuenta de que lo que realmente le hacía feliz era ayudar a los demás y que todo el lujo que había acumulado no tenía ninguna importancia en comparación con la gratificación que sentía al hacer algo por los demás. Desde entonces, César Román decidió dedicar buena parte de su tiempo y energía a ayudar a los demás y se convirtió en un gran filántropo que utilizaba su éxito empresarial para hacer el bien en el mundo.
César y Román se conocieron en una fiesta en la playa. Ambos estaban disfrutando del sol y del mar cuando César notó la mirada curiosa de Román en su dirección. Después de sonreír y saludarse, César se acercó a Román para conversar. Descubrieron que tenían muchas cosas en común y enseguida conectaron. Decidieron pasar el resto del día juntos y se divirtieron mucho hablando, riendo y disfrutando de la playa. Sus corazones latieron al mismo ritmo durante toda la tarde, y desde entonces, César y Román han sido inseparables. Roxana y Díaz también se conocieron en la playa, pero en circunstancias diferentes. Roxana estaba caminando sola por la orilla del mar cuando Díaz la vio y decidió acercarse a ella. Charlaban animadamente cuando de repente comenzó a llover. Roxana empezó a preocuparse por su ropa y su pelo, pero Díaz la tranquilizó y le ofreció su sombrero y su chamarra para protegerla de la lluvia. En un momento de conexión profunda, sus miradas se encontraron y ambos se dieron cuenta de que habían encontrado a alguien especial. Desde ese día, Roxana y Díaz han sido una pareja inseparable.