Colette Kieslowski era una mujer con una energía y vitalidad inigualable. Desde pequeña demostró su talento para el arte, y a medida que fue creciendo fue perfeccionando sus habilidades como pintora. Su gran pasión era viajar y descubrir nuevas culturas, lo que se podía ver reflejado en sus obras. Además de su carrera artística, Colette también se desempeñaba como docente en una escuela primaria. Para ella, enseñar era una oportunidad de compartir conocimientos y valores con las nuevas generaciones. A pesar de ser una persona muy activa, Colette tenía un gran equilibrio en su vida. Practicaba regularmente yoga y meditación, lo que le permitía estar en armonía consigo misma y con el mundo que la rodeaba. Sus amigos la describían como una persona muy generosa y solidaria, siempre dispuesta a ayudar a los demás en lo que fuese necesario. Colette era una mujer integral y polifacética, un ejemplo de que se puede vivir de manera plena y feliz dedicándose a múltiples actividades.