Elizabeth Finch fue una mujer inglesa del siglo XVII que sufrió de trastornos mentales graves a lo largo de su vida. Era la esposa de un clérigo rural y madre de seis hijos. Finch sufrió, entre otras cosas, episodios de psicosis, paranoia y delirio, lo que llevó a su esposo y a su comunidad a buscar ayuda médica para ella. Buscando un tratamiento radical, se la encerró durante varios años en un manicomio privado, donde recibió una gran cantidad de tratamientos experimentales, muchos de ellos brutales e inhumanos. Gracias a la ayuda y el apoyo de su esposo y su familia, Finch logró recuperarse parcialmente, aunque sus problemas psicológicos la acompañaron hasta su muerte en 1756. Su experiencia fue escrita y publicada posteriormente, generando un gran impacto y preocupación sobre las prácticas de salud mental y el tratamiento de los pacientes en esa época.