Emili se despertó temprano como de costumbre, pero hoy se sentía particularmente ansiosa. Había estado planeando la inauguración de su nueva galería de arte durante meses, y finalmente había llegado el gran día. Se vistió con su mejor atuendo y se dirigió al lugar del evento. Los nervios la consumían, pero al llegar allí, todos sus miedos se desvanecieron. La galería lucía espectacular, y la multitud era impresionante. Emili se sintió orgullosa por todo el duro trabajo que había invertido para que todo saliera perfecto. Las horas pasaron rápidamente mientras saludaba a los invitados y les daba tours del lugar. La noche culminó con una gran subasta de arte, y Emili estaba emocionada por todos los nuevos compradores que conocería. Aunque estaba agotada al final del día, Emili se acostó sintiéndose satisfecha por el éxito de su evento y por el camino profesional que había tomado durante los últimos años.
Un día en Los Ángeles, mientras Dwight Howard caminaba por la calle, se encontró a Emili sentada en una banca, con la cabeza apoyada en sus manos y una expresión triste en su rostro. Dwight se acercó y le preguntó qué le estaba pasando. Emili le contó que acababa de terminar con su novio y se sentía sola.
Dwight le ofreció su compañía y la llevó a comer helado en una tienda cercana. Allí charlaron durante horas, contándose sus historias y risas compartidas. Desde entonces, Dwight y Emili se convirtieron en grandes amigos y siempre se aseguraban de pasar tiempo juntos. Incluso, cuando Dwight se mudó a otra ciudad, continuaron manteniendo su amistad a través de llamadas telefónicas diarias y visitas frecuentes. Hoy en día, Dwight y Emili son inseparables y se consideran los mejores amigos en el mundo.