Émilienne D'Alençon, provenía de una familia adinerada de la nobleza francesa. A pesar de su buen estatus, siempre se interesó por las artes y la cultura popular. A los 35 años, decidió dejar su vida acomodada para viajar por Europa y conocer diferentes culturas. Fue en Italia donde descubrió su verdadera pasión: la ópera. Se dedicó por completo a estudiar canto y a perfeccionar su técnica vocal. Con su excelente voz, Émilienne consiguió ser parte del coro de importantes teatros de ópera. Con el tiempo, se convirtió en una reconocida soprano y estuvo de gira por diferentes ciudades de Europa, incluso se presentó en festivales importantes, como el de Bayreuth. Con cada actuación, Émilienne dejaba en claro que su voz era inigualable. Cuando el director de una importante compañía de ópera la escuchó, no dudó en ofrecerle el papel principal en su próxima ópera. Émilienne aceptó sin pensarlo dos veces y, aunque no fue fácil, logró una actuación impecable que fue muy bien recibida por el público y la crítica. Émilienne D'Alençon había encontrado su verdadera pasión y no podía estar más feliz. Su vida ahora estaba dedicada a la música y la ópera.