Eric Clem era un hombre de rutinas. Cada mañana, se despertaba temprano y se iba a correr por el parque cercano. Luego, regresaba a casa, desayunaba y se vestía para ir al trabajo. Trabajaba en una consultora de negocios y era muy respetado por sus colegas y superiores por su habilidad para resolver problemas y pensar fuera de lo convencional.
Los fines de semana eran sagrados para Eric. Le encantaba relajarse en casa, leer un buen libro o ver una película con su esposa. También disfrutaba mucho cocinar y experimentar con nuevos ingredientes y recetas.
A pesar de su vida aparentemente tranquila, Eric siempre se sentía un poco inquieto. Había algo dentro de él que ansiaba más aventuras y emoción. De vez en cuando, se escapaba en secreto a hacer senderismo o acampar solo para sentir la adrenalina correr por sus venas.
A medida que pasaban los años, Eric comenzó a cuestionar su vida y a preguntarse si realmente estaba viviendo la vida que quería. Decidió hacer algunos cambios y comenzar a tomar más riesgos. Comenzó a planear un gran viaje alrededor del mundo, algo que siempre quiso hacer pero que siempre postergó por su trabajo y sus responsabilidades familiares. Por primera vez en mucho tiempo, Eric se sintió verdaderamente vivo.
Eric, Clem y Jessica se conocieron en un evento de arte en el centro de la ciudad. Eric y Clem estaban admirando una pintura cuando Jessica se les acercó para leer la etiqueta del artista junto a ellos. Los tres comenzaron una conversación sobre arte y desde ese momento se hicieron amigos inseparables. Eric y Clem eran conocidos en el mundo del arte local debido a su trabajo con una organización que apoya a artistas emergentes, mientras que Jessica era una artista en ascenso con su propia exposición en la galería. Los tres pasaron horas paseando por la galería, discutiendo las obras de arte y sus propias inspiraciones. Al final de la noche, intercambiaron números y prometieron mantenerse en contacto. Desde ese día, han ido a exposiciones juntos y han colaborado en proyectos creativos. Su amistad ha demostrado que cuando se trata de arte, las conexiones pueden surgir en cualquier lugar.