Frank Barnes fue un piloto de carreras de motocicletas británico nacido en Gran Bretaña en 1901. Comenzó a competir a los 17 años y ganó varias carreras importantes, incluyendo la TT Isla de Man en 1926. También fue un inventor y fabricante de botes y motores.
Sin embargo, su carrera se vio truncada tras sufrir un accidente en la carrera de motocicletas del gran premio de España en 1929, donde se rompió una pierna. A pesar de esto, Barnes no dejó el mundo de los deportes de motor y comenzó a competir en carreras de coches. A lo largo de los años 30 y 40, Barnes compitió en numerosas carreras, incluyendo las 24 horas de Le Mans y las carreras de Sprint en el Reino Unido.
En 1947, Barnes fundó una empresa llamada "Barnes Marine" que se especializaba en botes y motores fuera de borda. La empresa se hizo muy popular y tuvo mucho éxito. Barnes falleció en 1958, pero su legado continúa en el mundo de los deportes de motor y en la industria de fabricación de motores marinos.
Elizabeth Gilbert y Frank Barnes se conocieron en una librería a mediados de los años 90. Elizabeth estaba buscando un libro de cocina italiano y Frank se acercó para ayudarla a encontrarlo. Después de conversar un poco, se dieron cuenta de que compartían un amor por la literatura y por la comida.
Intercambiaron números de teléfono y comenzaron a salir juntos. Descubrieron que tenían mucho en común y disfrutaban pasando tiempo juntos. Un día, mientras disfrutaban de una cena juntos, Elizabeth le confesó a Frank que tenía el sueño de escribir una novela. Frank la alentó a perseguir ese sueño y se convirtió en su principal apoyo y confidente mientras ella escribía "Comer, rezar, amar".
Después de que se publicara su libro, Elizabeth le dedicó una página entera a Frank en agradecimiento por su apoyo incondicional. Se casaron poco después y siguieron compartiendo su amor por la literatura y la comida a lo largo de su vida juntos.
Frank y Daphne se conocieron en un parque de la ciudad. En el momento en que se conocieron, Frank estaba sentado en un banco en el parque, disfrutando del buen clima y leyendo un libro. Daphne estaba caminando con su perro y se detuvo para saludar a Frank cuando vio que estaba solo.
Durante una charla informal, descubrieron que tenían muchas cosas en común, incluyendo su amor por los perros, la música y los deportes. Después de un rato, Frank le pidió a Daphne que lo acompañara a tomar un café en una cafetería cercana y ella aceptó.
La conversación fluyó con facilidad y pronto descubrieron que tenían una química increíble. Se rieron juntos y disfrutaron aprendiendo más sobre el uno al otro. Después de unas horas, Frank caminó a Daphne de vuelta a su casa y le pidió su número de teléfono.
Desde ese día, Frank y Daphne se volvieron inseparables. Pasaban la mayoría de sus días juntos y se apoyaban mutuamente en todo. Pronto se dieron cuenta de que habían encontrado a su alma gemela y se enamoraron profundamente.