Harry D. Edwards es un reconocido ex-juez y académico de derecho norteamericano, nacido en 1940 en East St. Louis, Illinois. Durante su juventud, Edwards manifestó una gran pasión por el deporte, especialmente por el baloncesto, y logró destacarse en las canchas de su ciudad natal. Tras graduarse en la Universidad de Illinois, ingresó a la Escuela de Derecho de la misma institución, donde se graduó en 1962.
A mediados de los años 60, Edwards se unió al equipo de abogados de la Comisión de Derechos Civiles de los Estados Unidos, donde trabajó en casos relacionados con la discriminación racial y de género. En 1970, fue nombrado juez de distrito en Washington DC, y posteriormente se desempeñó como juez del Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos para el Circuito de DC durante más de 20 años.
Tras retirarse del puesto de juez, Edwards se enfocó en su carrera académica, impartiendo clases de derecho en la Universidad de Michigan y la Universidad de California, y escribiendo numerosos artículos y libros sobre justicia racial y política. En 1987, fundó el Centro para el Estudio de la Ley y la Política de la Raza en la Universidad de Stanford.
Edwards es reconocido por su labor en la lucha por los derechos civiles y por su defensa de la igualdad y la justicia para las comunidades marginadas. Ha sido honrado con numerosos premios y distinciones a lo largo de su carrera, y se le considera una de las figuras más influyentes en el campo del derecho y la política de Estados Unidos.
Harry D. Edwards y Evelyn Brent fueron dos actores estadounidenses que trabajaron juntos en varias películas en la década de 1920. A pesar de que no se sabe si tuvieron una relación sentimental, se sabe que eran muy buenos amigos y que se respetaban mutuamente como profesionales.
Edwards y Brent aparecieron juntos por primera vez en la película "Honor Among Men" (1924), y luego trabajaron juntos en producciones como "The Goose Woman" (1925) y "The Last Command" (1928).
Se dice que la química entre ellos era tal que en algunas ocasiones improvisaban diálogos o escenas en el set, lo que hacía que sus actuaciones fueran aún más convincentes.
Después de que la era del cine mudo llegara a su fin y la industria cinematográfica pasara a ser sonora, tanto Edwards como Brent tuvieron dificultades para adaptarse al nuevo formato y sus carreras comenzaron a declinar.
Sin embargo, su legado como actores de la era dorada del cine estadounidense sigue siendo recordado y valorado por los cinéfilos de todo el mundo.