Ignácio Coqueiro fue un ciudadano brasileño que vivió en la primera mitad del siglo XIX y que se hizo famoso por su implicación en un caso judicial que ha pasado a la historia de Brasil. Ignácio vivía en el pueblo de Sorocaba, donde se dedicaba a hacer zapatos y cultivar su pequeña huerta. En 1855, su hija Juliana, una joven de 19 años, fue violada y asesinada cerca de su casa. Tras una investigación policial, se acusó a Ignácio y a otros miembros de su familia del crimen, y fueron llevados a juicio. La fiscalía contó con testigos falsos y pruebas manipuladas para presentar un caso convincente contra los acusados. A pesar de que Ignácio y su familia negaron rotundamente su implicación en el crimen, el jurado les declaró culpables y se les condenó a muerte. Ignácio fue ejecutado en 1856, convirtiéndose en el primer brasileño en ser condenado a muerte por un tribunal civil. Poco después de la ejecución, se descubrió que los verdaderos responsables del crimen eran otra familia del pueblo que había logrado manipular la investigación y el juicio en su favor. La injusticia cometida en contra de Ignácio y su familia generó una gran indignación entre la población brasileña y se convirtió en uno de los casos judiciales más controvertidos en la historia del país.