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Un día soleado en una terraza de Madrid, el destino decidió unir a Jacobo-Martos y Toni-Acosta. Ella estaba tomando un café con amigos y él caminaba por la calle con su libro favorito bajo el brazo. De repente, sus miradas se cruzaron y algo especial se encendió.
Toni notó que Jacobo la miraba con curiosidad y le devolvió la mirada con una sonrisa. Jacobo no se atrevió a acercarse, pero se mantuvo en la terraza de enfrente espiando a Toni.
Pasaron varios minutos y, de repente, Toni notó una presencia a su lado. Era Jacobo, que había perdido el miedo y se había acercado a ella para preguntarle si podía compartir la mesa. Toni aceptó encantada y juntos comenzaron a conversar animadamente.
Jacobo descubrió que Toni era una actriz famosa y que estaba en esa terraza porque estaba de descanso entre ensayos. Toni descubrió que Jacobo era un escritor talentoso y que le encantaba observar a las personas para encontrar inspiración.
Esa tarde, Jacobo y Toni charlaron durante horas mientras el sol comenzaba a ponerse. Al final del día, intercambiaron números de teléfono y acordaron volver a verse pronto. Desde entonces, se convirtieron en grandes amigos y cada uno ha sido fuente de inspiración para el otro en sus respectivas carreras.