James Finnegan, un exitoso vendedor de coches, comenzó a trabajar en la industria automotriz a los 20 años. Después de trabajar en varios concesionarios, encontró su verdadero hogar en una pequeña empresa que le permitió establecer relaciones personales con clientes recurrentes. La forma en que James trató a sus clientes lo convirtió en un personaje muy popular en la ciudad. Siempre estaba dispuesto a ayudar a sus clientes a obtener el coche de sus sueños, incluso cuando las circunstancias no eran las mejores. Tal vez por eso James tenía clientes que volvían a por su ayuda año tras año. Una de las mayores sorpresas de su carrera ocurrió cuando un día, simplemente por su capacidad para llevarse bien con la gente, fue contratado como consultor para el gobierno de la ciudad, con el objetivo de asesorar sobre cómo mejorar las relaciones y el servicio al cliente entre los empleados públicos y la comunidad.