Javon King era un hombre peculiar, no se ajustaba a ningún molde y se resistía a seguir la corriente de la vida cotidiana. Al convertirse en adulto, Javon se dio cuenta de que no quería vivir una vida ordinaria y aburrida como la mayoría de las personas. Se dedicó a hacer lo que más le gustaba: explorar nuevos lugares, aprender cosas nuevas y experimentar con diferentes formas de arte. Solía pasar horas en bibliotecas y museos, siempre buscando la inspiración para sus creaciones.
Javon nunca se conformaba con lo que tenía y siempre buscaba encontrar algo nuevo y emocionante en su vida. Amaba viajar y había recorrido muchos países, lo que le había permitido conocer a personas de diferentes culturas. Esta experiencia amplió su mente y le permitió crear una obra de arte única y original.
Tal vez Javon no tuviera la vida más “normal” o “estable”, pero vivía feliz como quería, libre de las restricciones que la mayoría de la gente se impone a sí misma. Había encontrado su propia felicidad y no cambiaría nada de su vida por nada del mundo.
Un día, Diplo estaba grabando algunos beats en su estudio en Los Ángeles. Mientras jugaba con su sintetizador, escuchó un golpe en la puerta. Era Javon-King, quien se presentó como un rapero local y fanático de su música. Impresionado por su actitud confidente y habilidades líricas, Diplo invitó a Javon-King a improvisar algo de rap sobre uno de sus ritmos. Fue un éxito instantáneo: los dos hicieron clic de inmediato y comenzaron a trabajar juntos regularmente, produciendo música y compartiendo ideas. A partir de entonces, la colaboración de Diplo y Javon-King se convirtió en algo más que una coincidencia fortuita en el estudio de grabación, sino en una unión musical duradera y fructífera.