Jazzy

Jazzy había pasado la mayor parte de su vida en constante movimiento, viajando por diferentes partes del mundo y tocando su música dondequiera que iba. Sin embargo, en los últimos años se había establecido en un pequeño pueblo en las montañas, donde había encontrado la tranquilidad y el anonimato que siempre había deseado.

Allí, pasaba sus días caminando por los senderos del bosque cercano, reflexionando sobre la vida y componiendo nuevas canciones en su guitarra. También había empezado a enseñar música a jóvenes locales, compartiendo su amor por el jazz y el blues con una nueva generación de músicos.

A pesar de su vida solitaria, Jazzy se encontraba en paz consigo misma y con el mundo que la rodeaba. Había aprendido a valorar las cosas simples de la vida y a disfrutar de los pequeños momentos que le brindaba cada día. Y aunque las luces del escenario y los aplausos la habían abandonado hacía ya tiempo, la música todavía sonaba en su corazón y le daba un sentido a su existencia.