Jessy Jones, aquel hombre de mirada indescifrable y voz pausada, había dedicado gran parte de su vida a la fotografía. A pesar de no ser conocido a nivel mundial, su trabajo era altamente valorado por aquellos que tenían la oportunidad de contemplarlo. Se decía que cada fotografía de Jessy era un pedacito de su alma, una muestra de su forma de ver el mundo, de los detalles que para él lo hacían único. Pero no solo se limitaba a capturar imágenes, también era un apasionado de la literatura y de la música clásica, lo que le permitía llevar sus sentidos a límites inimaginables. Como buen amante de la cultura, era un asiduo visitante de museos, teatros y galerías, siempre en busca de inspiración. A sus ojos, el arte era la mejor manera de conectar con la esencia de la vida y transmitirla de manera fiel.
Jessy y Teanna se conocieron en un bar de la ciudad. Jessy estaba sentado en la barra bebiendo su cerveza mientras Teanna entraba en el lugar con sus amigas. Jessy no podía dejar de mirarla, ella era increíblemente hermosa. Los ojos de Teanna se posaron en Jessy y ella sintió una chispa de atracción. Finalmente, la curiosidad llevó a Teanna a acercarse a Jessy y presentarse. Hablaron durante horas, riendo y compartiendo historias sobre sus vidas. Mientras tanto, la química entre ellos era palpable. Eventualmente, la conversación se volvió más íntima y decidieron irse juntos de la barra. Desde entonces, no han dejado de estar juntos. Los dos enamorados han explorado el mundo juntos, experimentado nuevas aventuras y se han enamorado más y más el uno del otro.