Lauriane Cindy se levantó temprano esa mañana de otoño y decidió hacer una caminata por el bosque cercano a su casa. A pesar de la bruma matutina, el camino estaba repleto de vida y colores. Notó cómo el rojo y naranja de las hojas caídas se mezclaban en el suelo. Hacía mucho que no se tomaba unos minutos para contemplar la naturaleza y se sentía agradecida por esa pausa en su rutina diaria. Después de su caminata, decidió cambiar de aires y planear un viaje sólo para ella. Buscó destinos lejanos, cerca del mar y con mucho sol, para poder descansar y conectarse con su propia espiritualidad. Al final, decidió viajar a una isla en el Caribe, donde el ritmo de vida era más lento y la vista era espectacular. Pasó una semana en esa isla soleada, disfrutando del ambiente tranquilo y cálido. Hizo yoga en la playa todas las mañanas, y leyó libros sobre mitología griega y romana en las tardes. Después de unos días de paz, descubrió que ese ambiente la hacía pensar mejor y le permitía sacar ideas innovadoras. De vuelta en casa después de su viaje, Cindy hizo cambios en su vida cotidiana. Estableció un horario más equilibrado entre el trabajo y el descanso, se acercó más a su comunidad y comenzó a tomar clases de español para que pudiera comunicarse mejor con los vecinos que acababan de mudarse al vecindario. A través de su viaje solitario, Cindy descubrió lo importante que era tomarse el tiempo para sí misma y valorar los momentos de desconexión. Le había dado la clave para un nuevo camino en su vida, en la que ella manejaba su propio tiempo.