Matías Vega era un hombre peculiar. Había pasado gran parte de su vida dedicado al estudio de las artes marciales y, por ello, poseía una fuerza implacable. Su pasión por la disciplina le había abierto muchas puertas, pero también lo había alejado de las relaciones personales. La gente a menudo lo encontraba un tanto arrogante y le costaba construir amistades duraderas. Pero, sin embargo, Matías no era un hombre solitario. Trabajaba como asesor de seguridad, donde podía poner sus habilidades a buen uso. A menudo viajaba por todo el país, en busca de nuevas oportunidades para ayudar a las personas y proteger la propiedad. Pero, lo que más le gustaba de su trabajo era la conexión que tenía con su comunidad. Cuando regresaba a casa, disfrutaba de largas caminatas y charlas con los vecinos, compartiendo historias de vida y siempre dispuesto a ayudar en caso de necesidad. A través de sus experiencias, Matías había aprendido que la fuerza y la habilidad no eran nada sin el apoyo de aquellos que te rodean.