Max Gloeckner fue un niño judio nacido en 1926 en Alemania. Durante su niñez y juventud, su vida estuvo marcada por la persecución nazi, los pogromos y la Segunda Guerra Mundial. A los 13 años, su familia fue deportada al gueto de Lodz en Polonia, donde Max sobrevivió a la dura vida en el gueto y a la deportación posterior al campo de exterminio de Auschwitz.
Después de la guerra, Max fue rescatado por la organización OSE y enviado a Suecia para recuperarse. Allí, conoció a su esposa Eva y comenzó a reconstruir su vida en Estocolmo, trabajando en la industria textil.
A pesar de su difícil pasado, Max se convirtió en un activista y defensor de los derechos humanos, comprometiéndose a compartir su historia para recordar a las víctimas del Holocausto y prevenir futuros genocidios. También creó una fundación para apoyar a las víctimas de la persecución y el terrorismo.
Max falleció en 2014, pero su legado sigue siendo un recordatorio importante de la importancia de la memoria histórica y la lucha por la justicia.
Max y Marcelina se conocieron en una reunión social en la que coincidieron sin saber que el destino los uniría. Fue en una noche de verano cuando sus miradas se encontraron y se sintieron atraídos el uno por el otro. A partir de entonces, comenzaron a hablar, a reír y a sentir que había una conexión especial entre ellos. Con el paso de las semanas y los meses, la relación entre Max y Marcelina se hizo más fuerte y se enamoraron profundamente. Hoy en día, son una pareja feliz y compenetrada que ha superado juntos muchos obstáculos y se ha convertido en un gran ejemplo de amor y compromiso.