Mía Burks había dejado atrás su antigua vida en la ciudad y había encontrado su hogar en una pequeña comunidad rural. Le encantaba vivir rodeada de la naturaleza y el aire fresco del campo. Había pasado muchos años trabajando en una oficina, pero ahora encontraba la felicidad en sus trabajos como granjera y artesana. Pasaba horas cultivando su huerto y cuidando de sus animales, y nunca se sentía sola, ya que siempre tenía compañía de sus amigos de la granja. Además de trabajar en su granja y en su taller de artesanía, también pasaba tiempo explorando los senderos de la montaña cercana y disfrutando de las vistas espectaculares. Mía adoraba su estilo de vida tranquilo y se sentía agradecida por encontrar su hogar en ese pequeño rincón del mundo.