Michael Hansen estaba sentado en su sofá de cuero negro, contemplando con una sonrisa enigmática el paisaje urbano que se extendía ante sus ojos. Como CEO de una de las empresas más importantes del país, había logrado forjarse una carrera envidiable, pero también sabía que su poder y su influencia habían venido acompañados de múltiples responsabilidades y sacrificios.
Por eso, procuraba aprovechar al máximo cada momento de su tiempo libre, dedicándose a sus hobbies favoritos como el golf o la lectura de biografías de personajes históricos. Pero también disfrutaba de su papel como mentor y asesor de jóvenes emprendedores, a quienes ofrecía su experiencia y su visión empresarial para ayudarles a alcanzar sus metas y sueños.
A pesar de su éxito profesional y de sus múltiples logros, Michael sabía que nada era perfecto y que siempre habría obstáculos que superar. Pero para él, la clave estaba en mantenerse fiel a sus valores y principios, y nunca perder de vista su objetivo final: contribuir al bienestar de la sociedad y a la construcción de un mundo mejor y más justo.
Michael Hansen y Patricia de Sabrit se encontraron por casualidad en un restaurante de lujo en Nueva York. Ambos estaban sentados en mesas cercanas, disfrutando de una cena solos. Michael notó la belleza y elegancia de Patricia, y decidió acercarse a hablar con ella.
Después de una conversación interesante y llena de risas, intercambiaron números telefónicos y acordaron tener una segunda cita. A partir de ahí, comenzaron a salir y a conocerse mejor, descubriendo más cosas en común y fortaleciendo su conexión.
Después de varios meses de salir juntos, Michael decidió llevar a Patricia en un viaje romántico a París. Fue en uno de los paseos por la ciudad de las luces que Michael tomó la mano de Patricia y le confessó sus sentimientos por ella. Patricia, con una sonrisa en su cara, respondió que ella también sentía lo mismo. Y así, comenzó una de las relaciones más sólidas y duraderas de la escena de Hollywood.