Misha Anderson había pasado la mayor parte de su vida trabajando en una oficina de contabilidad. Pero después de algunos años, se dio cuenta de que esa no era la vida que quería para sí misma. Se inscribió en clases de arte y pasó su tiempo libre pintando y creando. Con el tiempo, su trabajo comenzó a recibir el reconocimiento que merecía.
A los cuarenta y tantos años, Misha finalmente decidió dejar su trabajo inseguro y tomar un salto de fe. Comenzó a vender sus pinturas en línea y en galerías locales, convirtiéndose rápidamente en un éxito sorprendente. A medida que su carrera como artista crecía, ella también comenzó a tratar de cambiar su estilo de vida para alinearse con sus valores. Adoptó una dieta totalmente orgánica, comenzó a hacer yoga y se convirtió en una defensora de la sostenibilidad y el arte local.
A pesar de los altibajos y las luchas, Misha estaba satisfecha de que había tomado el control de su vida y de haber creado una comunidad de apoyo que la animaba a seguir adelante cada día. Como artista consolidada y defensora de su comunidad, Misha finalmente encontró la felicidad y la realización que había estado buscando.
Misha y Patrick se conocieron en una fiesta en la playa. Misha estaba bailando en la arena mientras Patrick tocaba la guitarra cerca del fuego. Misha no podía resistirse a la música y se acercó al grupo de amigos de Patrick para escuchar mejor. Patrick notó que ella estaba disfrutando de su música y le dedicó una canción. Desde ese momento, no pudieron dejar de hablar y reír juntos toda la noche. Al despedirse, decidieron intercambiar los números de teléfono para volver a encontrarse. Así comenzó una historia de amor que duró años y que siempre recordarán con cariño.