Nikolaus Firmkranz, cansado de la vida corporativa en la ciudad, decidió dejar su trabajo y mudarse a una pequeña aldea en las montañas. Allí, se dedicó a la agricultura y creó su propio huerto orgánico. Además, se involucró en la comunidad y comenzó a enseñar a los niños de la aldea acerca del cuidado del medio ambiente y la importancia de una alimentación saludable. Pero su vida no era solamente trabajo en el huerto y actividades educativas. Nikolaus también se dedicaba a la música y tocaba guitarra en el bar del pueblo los fines de semana. Allí, no solamente deleitaba a los asistentes con su música, sino que promovía la cultura local y el talento de otros músicos de la zona. Su vida en la aldea le permitió conectarse con la naturaleza y encontrar la paz que nunca había experimentado en la ciudad. Nikolaus estaba convencido de que su decisión había sido la correcta, y que había encontrado su verdadera pasión en la vida. Aquella vida simple en la pequeña aldea era muy satisfactoria para él.