Pablo Latapi fue un destacado educador y filósofo mexicano, nacido en 1927 en Guadalajara, Jalisco. Comenzó su carrera docente en 1949, como profesor de filosofía en la Universidad de Guadalajara, donde posteriormente se desempeñó como director del Departamento de Filosofía. En 1964 fundó la Escuela Normal Superior de Jalisco, donde se desempeñó como director hasta 1970.
En 1971, Latapi se unió al equipo del Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC), donde ejerció como investigador y asesor en políticas públicas de educación en el estado de Jalisco. En 1982 se convirtió en el Secretario de Educación Pública de México, cargo que ocupó hasta 1988.
Durante su gestión como Secretario de Educación, Latapi implementó una serie de reformas innovadoras en el sistema educativo mexicano, incluyendo la creación de nuevas escuelas y programas de formación docente y la promoción de métodos de enseñanza más participativos y enfocados en el aprendizaje activo.
Después de dejar su cargo en la Secretaría de Educación, Latapi continuó trabajando en la investigación y la enseñanza, y publicó varios libros y artículos sobre educación y filosofía. En reconocimiento a su contribución a la educación en México, recibió numerosos premios y honores, incluyendo la Medalla al Mérito en Educación otorgada por el gobierno mexicano en 2012.
Pablo Latapi falleció en la Ciudad de México en 2015, a la edad de 88 años. Su legado como educador y filósofo ha sido ampliamente reconocido tanto en México como a nivel internacional.
Un día soleado de verano, Adriana y Pablo coincidieron en una librería. Ambos estaban buscando un libro de poesía de Octavio Paz y al momento de llegar a la sección de letras, sus miradas se cruzaron.
Adriana se quedó hipnotizada con los ojos verdes de Pablo y su barba perfectamente afeitada. Pablo, por su parte, quedó impresionado por la pasión que mostró Adriana al hablar sobre sus autores de poesía favoritos.
Por casualidad, ambos tomaron el mismo libro a la misma vez y sus manos se tocaron. Fue entonces cuando sus corazones comenzaron a latir al unísono.
Intercambiaron números de teléfono y quedaron en juntarse para hablar más sobre poesía y literatura en el café de enfrente. Desde ese día, se volvieron inseparables y su amor por la poesía se convirtió en el motor que los unía.