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Peter-Dranga y Jill-Marie-Jones fueron presentados por un amigo en común, en una fiesta en la que ambos coincidieron por casualidad. Al principio, apenas se intercambiaron un par de frases, pero algo en la mirada de Jill-Marie-Jones atrajo la atención de Peter-Dranga.
En el transcurso de la noche, se encontraron varias veces y charlaron largo y tendido sobre sus aficiones, sus trabajos y sus vidas en general. Descubrieron que tenían muchas cosas en común, como la pasión por los deportes de aventura y la música.
La conexión entre ellos fue tal que decidieron seguir charlando fuera de la fiesta, en un bar cercano. Pasadas las horas, ya de madrugada, se despidieron con un abrazo y el compromiso de volver a verse pronto.
Desde entonces, Peter-Dranga y Jill-Marie-Jones han sido inseparables. Han compartido momentos felices y difíciles, han viajado juntos y se han apoyado en todo momento. Se consideran amigos para siempre y su historia es un ejemplo de cómo una casualidad puede convertirse en una amistad inquebrantable.