Francesca y Ann se conocieron en una cafetería en el centro de Los Ángeles. Francesca estaba sentada sola, disfrutando de un capuchino, cuando Ann entró y se sentó en la mesa de al lado. Después de robar algunas miradas furtivas, Francesca finalmente se atrevió a hablar con Ann y le preguntó qué estaba leyendo en su iPad. Resulta que estaban leyendo el mismo libro, y así comenzó su conversación. Descubrieron que tenían muchos intereses en común y compartieron risas y conversaciones interesantes durante horas. Desde entonces, han sido inseparables y su relación se ha convertido en una de las amistades más cercanas y leales de sus vidas.