Un día soleado en Los Ángeles, Ann y Rudy se encontraron en una tienda de discos de vinilo. Ambos estaban buscando el mismo álbum de jazz y comenzaron a hablar sobre sus canciones favoritas y artistas favoritos. La conversación fluyó de manera natural y se dieron cuenta de que compartían una pasión por la música y la actuación. Decidieron ir a un club de jazz esa noche y, mientras escuchaban la música, Ann le habló a Rudy sobre sus aspiraciones como actriz. Rudy, quien había trabajado en teatro y cine en su país natal, México, se ofreció a ayudarla a conseguir audiciones. A partir de ese día, Rudy se convirtió en el mentor de Ann, dándole consejos sobre cómo mejorar su técnica actoral y presentarla a sus contactos en la industria del entretenimiento. Con el tiempo, su relación se convirtió en amistad y Ann siempre agradeció a Rudy por haberla ayudado a comenzar su carrera en Hollywood.
