Anna y Zora se conocieron en una exposición de arte en Moscú. Ambas estaban admirando una pintura cuando se dieron cuenta de que estaban mirando lo mismo. Se sonrieron y comenzaron a conversar animadamente sobre arte y cultura. Descubrieron que tenían mucho en común, incluyendo su amor por la música clásica y la literatura rusa. Anna sugirió que salieran juntas a tomar café y Zora aceptó encantada. El resto, como dicen, es historia. Se convirtieron en grandes amigas y han explorado juntas muchos museos y galerías de arte desde entonces.
