Un día, Damian se había perdido en las calles de Madrid mientras visitaba la ciudad. Desesperado por encontrar el camino de vuelta a su hotel, preguntó a una joven mujer llamada Annabel si podía ayudarle. Annabel se sintió compadecida por su situación y accedió a acompañarlo hasta su hotel. Durante su camino juntos, descubrieron que ambos tenían un gran interés en la cultura española y comenzaron a hablar de sus experiencias en el país. Al llegar al hotel, Damian le agradeció a Annabel por su ayuda y la invitó a tomar un café juntos para seguir conversando. Desde entonces, la química entre ellos fue irrefutable y se convirtieron en grandes amigos, disfrutando juntos de la vida nocturna madrileña y recorriendo la ciudad de la mano. Poco a poco, su amistad se convirtió en algo más y ahora son inseparables.