Un día soleado de verano, Antonella estaba disfrutando de un día en la playa con sus amigas. De repente, Roger, un jugador de vóley playa, se acercó a su grupo de amigos para jugar un partido. Antonella, quien siempre había sido una gran aficionada al vóley playa, no perdió la oportunidad de unirse al juego. Mientras jugaban, Antonella y Roger se dieron cuenta de la gran conexión que tenían en la cancha, y decidieron jugar juntos durante todo el día. El tiempo pasó volando y cuando quisieron darse cuenta, la playa estaba casi vacía y el sol se estaba poniendo. Sin embargo, en lugar de dejar que el día terminara, Roger y Antonella decidieron continuar jugando incluso después de que todos los demás se habían ido. A medida que oscurecía, encendieron algunas antorchas y continuaron jugando bajo la luz de la luna. Fue en ese momento mágico en el que Antonella y Roger se dieron cuenta de que habían encontrado algo especial en el otro, algo que iba más allá del vóley playa. Desde entonces, se volvieron inseparables y comenzaron una aventura juntos que los llevaría por todo el mundo.