Fue en un caluroso día de verano, en una playa del sur de California. Arleen-Whelan estaba tomando el sol, mientras que Warren-Cagney nadaba en el océano. De repente, una ola gigante engulló a Warren y lo arrastró varios metros tierra adentro. Arleen, que vio lo sucedido, corrió a su rescate sin pensárselo dos veces. Ayudó a Warren a salir del mar y se aseguró de que estaba bien. Él agradeció su ayuda y luego empezaron a hablar, descubriendo que compartían un gran interés por el cine y las películas clásicas. La conversación fluyó entre risas y anécdotas de sus películas favoritas. Cuando empezó a oscurecer, Arleen le invitó a tomar algo en su casa y así continuaron charlando hasta altas horas de la noche. Desde entonces, se convirtieron en grandes amigos y colaboradores en el mundo del cine.