Un día soleado de verano, Barbara Marx caminaba por el parque cuando de repente, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Robert Harrison-Oliver, quien estaba sentado en un banco cercano, la vio caer y corrió inmediatamente para ayudarla. Robert le ofreció una mano para levantarse y le preguntó si estaba bien. Barbara, un poco avergonzada por la caída, le agradeció por su amabilidad y se presentó. Robert hizo lo mismo y se quedaron hablando por un rato. Descubrieron que tenían muchas cosas en común, incluyendo su amor por la música clásica, la literatura y el senderismo. Intercambiaron números de teléfono y se fueron de vuelta a casa, contentos por el encuentro inesperado. A partir de esa tarde, comenzaron a hablar con frecuencia y a salir juntos. Descubrieron que se complementaban muy bien y rápidamente se convirtieron en amigos cercanos. Con el tiempo, su amistad se convirtió en algo más y finalmente se enamoraron. Hoy en día, Barbara Marx y Robert Harrison-Oliver miran atrás en ese día en el parque como el momento en que comenzó su historia de amor.
