Un día, Bianka y Levente se encontraron en una fiesta en Budapest. Bianka, que acababa de mudarse a la ciudad desde Rumania, estaba perdida y un poco nerviosa, mientras que Levente había crecido en Budapest y se sentía cómodo en la multitud. Bianka notó a Levente de inmediato: alto, moreno y con una sonrisa amistosa que iluminaba su rostro. Decidió acercarse a él y preguntarle por direcciones. Aunque Levente no conocía exactamente el lugar al que Bianka se dirigía, estaba más que dispuesto a ayudarla. A partir de ahí, comenzaron a hablar y a descubrir que tenían mucho en común. Ambos eran apasionados por la música, el cine y la cultura en general. Compartieron experiencias y opiniones, disfrutando de la compañía del otro. Después de esa noche, Bianka y Levente se mantuvieron en contacto, saliendo juntos en varias ocasiones y construyendo su amistad. Con el tiempo, esa amistad se transformó en algo más, y finalmente se convirtieron en una pareja inseparable.
