Bonne-Jenet y Coral-Ortega se conocieron en una cálida tarde de primavera en el parque central de la ciudad. Ambas estaban sentadas en un banco, admirando a los niños jugar en el área de juegos. De repente, un balón de fútbol salió volando fuera del campo y golpeó a las dos mujeres en la cabeza al mismo tiempo. Riendo y frotándose las cabezas adoloridas, se dieron cuenta de que habían sido golpeadas por el mismo balón. Desde ese momento, no se separaron jamás.