Un día, mientras Brady Anderson caminaba por las calles de Seúl, escuchó una hermosa voz cantando en una tienda de discos y se detuvo a escuchar. Era Stephanie, una cantante coreana que estaba grabando su primer álbum. Brady, impresionado por su talento, decidió hablar con ella para saber más acerca de su música y cultura. La conversación fluyó naturalmente y Brady y Stephanie se dieron cuenta de que compartían una pasión por la música y las artes. Desde aquel día, comenzaron a colaborar juntos en varios proyectos y se convirtieron en grandes amigos, con la música siempre uniendo sus caminos.
