Anthony-Rosano y Britney-Stevens se conocieron en una noche de verano en la ciudad de Los Ángeles. Ambos se encontraban en una fiesta privada en la casa de un amigo en común. En un principio ni siquiera se habían percatado de la presencia del otro, pero cuando coincidieron en el bar, comenzaron a hablar y darse cuenta de que tenían muchas cosas en común. Después de un rato charlando, Anthony invitó a Britney a bailar. Mientras se movían al ritmo de la música, sus miradas se cruzaron y ambos sintieron una chispa especial en el ambiente. A partir de ahí, no se separaron en toda la noche, compartiendo risas, anécdotas y unas cuantas copas. Cuando la fiesta terminó y todos se despidieron, Anthony y Britney intercambiaron números de teléfono y prometieron volver a verse pronto. Y así fue, en los días siguientes quedaron varias veces para tomar algo y conocerse mejor. Lo que ninguno de los dos sabía por entonces era que esa noche de verano en la que se conocieron cambiaría para siempre sus vidas, convirtiéndose en el comienzo de una historia de amor que perduraría en el tiempo.