Los dos jóvenes se encontraron en medio de una manifestación por los derechos de los animales en el centro de la ciudad. Carlos, con su camiseta verde y un cartel que decía "No a la experimentación en animales", y Isabela con su pantalón de mezclilla y una pancarta que rezaba "Salvemos a los perros callejeros". Fue entonces cuando sus miradas se encontraron y en un instante supieron que compartían la misma pasión por ayudar y proteger a los seres más vulnerables. Desde ese día, se volvieron inseparables colaborando juntos en distintas organizaciones animalistas, promoviendo la adopción responsable de mascotas y luchando por cambiar las leyes en pro de la protección animal. Su amistad fue creciendo día a día, compartiendo risas, sueños e ilusiones, siempre unidos por una causa noble y justa.