Charlie y Jasmin coincidieron por casualidad en una cafetería de Hollywood. Él estaba sentado en una mesa con su laptop y ella entró en busca de un café para llevar. Al verla, Charlie pensó que era la chica más hermosa que había visto en su vida. Jasmin notó cómo la estaba mirando y se sonrojó. Por un momento, ninguno de los dos se atrevió a hablar. Pero Charlie, decidido a no dejar pasar la oportunidad, se levantó y le ofreció su mesa a Jasmin. Ella aceptó, y empezaron a charlar sobre todo tipo de cosas: sus intereses, sus aficiones, sus proyectos. Resultó que ambos estaban metidos en el mundo de la música: Charlie era un talentoso productor musical, mientras que Jasmin estaba empezando a hacer sus primeros pinitos como cantante. La química entre ellos fue instantánea. Había algo en la forma de hablar y moverse de Jasmin que atraía a Charlie como un imán. Y ella se sorprendió a sí misma hablando con él como si lo conociera desde siempre. Las horas pasaron volando, y cuando se dieron cuenta, ya era de noche. Charlie invitó a Jasmin a cenar en un pequeño restaurante cercano, y ella aceptó encantada. La cena fue maravillosa: compartieron risas, anécdotas, y una botella de vino. Al acabar, Charlie insistió en llevarla a casa, y ella, un poco débil por el alcohol, se dejó guiar. En el coche, mientras Charlie conducía por las calles de Hollywood, Jasmin apoyó su cabeza en su hombro y suspiró. Era como si hubiera encontrado algo que estaba buscando sin saberlo. Al llegar a su casa, Charlie le dio un beso en la mejilla y prometió llamarla para volver a verse. Jasmin se despidió con una sonrisa, sabiendo que acababa de conocer a alguien muy especial.
