Un día soleado de verano, Constanza-Varela y Aroldo-Miveco coincidieron en una cafetería. Ambos estaban solos y decidieron compartir su mesa para disfrutar una agradable conversación. Al principio, se sorprendieron de lo diferentes que eran, pero pronto descubrieron que tenían mucho en común, como su amor por la música clásica y su pasión por viajar. Durante horas hablaron y rieron, intercambiando historias y experiencias. Al final, intercambiaron números de teléfono y prometieron seguir en contacto. Ese día, no solo habían encontrado una amistad, también habían descubierto una conexión especial entre ellos que finalmente los llevaría a ser pareja.