Un día soleado, Daniel-Bueno salió a caminar por el parque buscando inspiración para su arte. Mientras dibujaba en su cuaderno, Adriana-Schrank se acercó curiosa para ver lo que estaba haciendo. Daniel se sonrojó, pero decidió mostrarle su trabajo. Adriana quedó impresionada por su talento y empezaron a hablar sobre su pasión por el arte y la creatividad. Después de varias horas hablando y riendo juntos, se dieron cuenta de que tenían mucho en común y decidieron seguir viéndose. Desde entonces, se convirtieron en inseparables amigos y colaboradores creativos, inspirándose mutuamente cada día.