Un día, mientras Dylan estaba tomándose un café en su cafetería favorita de Nueva York, vio a una chica llamada Dayna sentada sola en una mesa cercana. La miró un par de veces y notó que ella también lo miraba a él. Dylan decidió acercarse y pidió permiso para sentarse a su lado. Después de unas cuantas palabras sobre el clima y la ciudad, descubrieron que tenían mucho en común y comenzaron a hablar durante horas. La química era evidente, pero ninguno de los dos quería estar apresurado. Así que, en lugar de intercambiar números de teléfono, acordaron encontrarse en la misma cafetería otra vez una semana después. Por casualidad, ambos llegaron antes de la hora acordada y se dieron cuenta de que la cafetería estaba cerrada. Decidieron dar un paseo por la ciudad y tomaron un taxi hasta un parque cercano. Caminaron y charlaron durante horas, y el resto es historia. Desde ese día, Dylan y Dayna han estado juntos, y las personas que los conocen siempre comentan sobre la chispa entre ellos y lo bien que se complementan. Fue una casualidad que los llevó a conocerse, pero las casualidades a veces son el inicio de las grandes historias de amor.