Billy-Joel y Dina-Meyer se conocieron en un café de Nueva York. Él estaba sentado en una de las mesas, con su laptop y sus auriculares puestos, escribiendo canciones, mientras que ella llegó con un libro en la mano y un café para llevar en la otra. En un momento, Dina notó la música que salía de los auriculares de Billy y no pudo evitar preguntarle qué estaba escuchando. Así comenzó una conversación que se extendió durante horas, hablando de todo, desde música hasta libros y películas. Descubrieron una conexión instantánea, y al final de la tarde, intercambiaron números de teléfono y prometieron mantenerse en contacto. Pero no fue hasta un par de semanas más tarde que Billy le propuso a Dina ir a uno de sus conciertos. Ella aceptó, y durante la actuación, él se dio cuenta de que no sólo ella era una buena oyente, sino también una admiradora apasionada y respetuosa de su música. Después del concierto, Dina se unió a la banda y a Billy para tomar algunas copas, y allí se dio cuenta de que había encontrado a alguien especial. Pasaron los años, Billy y Dina se convirtieron en amigos cercanos y confidentes, apoyándose mutuamente en todo momento. Y aunque la vida les llevó por caminos diferentes, nunca dejaron de valorar la amistad que habían encontrado una tarde en un café de Nueva York.