Un día, Diplo estaba grabando algunos beats en su estudio en Los Ángeles. Mientras jugaba con su sintetizador, escuchó un golpe en la puerta. Era Javon-King, quien se presentó como un rapero local y fanático de su música. Impresionado por su actitud confidente y habilidades líricas, Diplo invitó a Javon-King a improvisar algo de rap sobre uno de sus ritmos. Fue un éxito instantáneo: los dos hicieron clic de inmediato y comenzaron a trabajar juntos regularmente, produciendo música y compartiendo ideas. A partir de entonces, la colaboración de Diplo y Javon-King se convirtió en algo más que una coincidencia fortuita en el estudio de grabación, sino en una unión musical duradera y fructífera.