Doé-Avedon y Don-Mathews se conocieron en una callejuela de París, en una tarde de verano. Doé-Avedon estaba distraída, mirando el cielo, cuando tropezó con una baldosa levantada y cayó al suelo. Don-Mathews, que pasaba por allí, la ayudó a levantarse y se presentó. Desde ese momento, comenzaron a hablar y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común: ambos eran fotógrafos y amaban el arte y la creatividad. Así, comenzaron a colaborar en varios proyectos y a explorar juntos la ciudad de las luces. Con el tiempo, su amistad se convirtió en algo más y comenzaron a trabajar también juntos en otras partes del mundo, compartiendo su pasión y su amor por la fotografía y por la hermosa ciudad que los unió.