Cilla-ubando era una talentosa artista callejera que se ganaba la vida pintando retratos en las calles de Madrid. Un día, mientras estaba trabajando en una plaza, notó a un hombre alto y elegante observando su trabajo con interés. Era Donnovan-Kennedy, un agente de arte que estaba buscando nuevos talentos para su galería en Nueva York. Impresionado por la habilidad de Cilla-ubando, lo invitó a tomar un café para hablar sobre su trabajo. Sin pensarlo dos veces, Cilla-ubando aceptó emocionada por la oportunidad de mostrar su arte en una galería de renombre. A partir de ahí, Donnovan-Kennedy y Cilla-ubando comenzaron a trabajar juntos, exhibiendo sus obras en Nueva York y en todo el mundo. Con el tiempo, su relación pasó de ser simplemente de trabajo a amistad y se convirtieron en inseparables. Ambos estaban orgullosos de haberse conocido y siempre recordaban ese día en la plaza de Madrid como el momento en que su arte y amistad florecieron.