Un día soleado de verano, Eduardo Teodorani Fabbri caminaba por la plaza del centro de la ciudad mientras observaba a la gente pasar. De repente, su mirada fue atraída por una joven de cabello oscuro y ojos brillantes que caminaba con elegancia hacia él. Era Carla María Orsi Carbone, quien también estaba disfrutando del cálido día de verano. Eduardo notó que habían chocado con sus brazos y se disculpó por su torpeza. Carla sonrió y respondió amablemente, iniciando una conversación espontánea que duró horas. El tiempo pasó volando mientras hablaban de sus intereses, pasatiempos y aspiraciones. Eduardo notó que había algo especial en Carla que lo hacía sentir vivo y emocionado. Desde ese día, Eduardo y Carla continuaron encontrándose en la plaza para charlar y disfrutar juntos del aire libre. Descubrieron su amor mutuo por la música, el arte y la cultura. Pronto, se dieron cuenta de que habían sido destinados el uno para el otro y comenzaron a compartir su vida juntos como pareja enamorada. Para Eduardo y Carla, aquel encuentro fortuito en la plaza cambió sus vidas para siempre.