Un día, Elisabete y Pedro coincidieron en una exposición de arte en la ciudad. Mientras contemplaban las obras, sus miradas se cruzaron y sintieron un extraño cosquilleo en el estómago. Sin decir una palabra, se perdieron en la contemplación de la belleza que les rodeaba. Terminada la exposición, se dieron cuenta de que habían estado absortos en su mundo interior y no se habían fijado el uno en el otro. Así que iniciaron una breve conversación, intercambiaron teléfonos y quedaron en salir juntos a ver otra exposición en otra ocasión. Desde aquel día, empezaron a salir juntos a todo tipo de eventos culturales y pronto descubrieron que tenían gustos muy similares. Entre charlas sobre arte, música y literatura se dieron cuenta de que había una conexión especial entre ellos. Fue así como Elisabete y Pedro se conocieron y empezaron a construir una relación llena de complicidad, empatía y diversión. Y aunque nunca imaginaron que se conocerían en una exposición de arte, hoy en día se alegran de haberse encontrado allí.
