En un pequeño bazar de Tokio, Souji-Kusanagi estaba buscando una pieza específica para reparar su espada. Mientras buscaba entre los estantes, escuchó una voz italiana que lo saludaba amablemente. Era Federica-Trucchia, quien también estaba buscando algo en la misma tienda. Souji se sorprendió por su presencia y la amabilidad de su saludo, ya que no era común encontrar a alguien de habla no japonesa en esa tienda. Federica le preguntó qué estaba buscando y Souji le explicó que necesitaba una pieza para su espada. Federica, quien también era una experta en armamento, entendió lo que estaba buscando y le ofreció ayuda. Souji estaba agradecido por la oferta y juntos comenzaron a buscar la pieza. Durante su búsqueda, conversaron sobre sus intereses y aprendieron que ambos compartían una pasión por las armas y la cultura japonesa. Al final, encontraron la pieza y, al despedirse, Souji le ofreció su número de teléfono en caso de que necesitara ayuda en el futuro. Federica aceptó felizmente y así comenzó su amistad.
