Daniel y Florence se conocieron de manera poco convencional. Fue en una noche de verano en la que ambos asistían a una fiesta en una casa abandonada en las afueras de la ciudad. Daniel, un exitoso guionista de Hollywood, había decidido tomarse un descanso de su ajetreada vida en Los Ángeles y viajar a Francia para buscar inspiración para su próxima película. Florence, una joven actriz francesa en ascenso, estaba en la fiesta buscando desesperadamente una manera de llamar la atención de los directores de casting para conseguir un nuevo papel. Los dos chocaron literalmente en el medio de la pista de baile mientras bailaban al ritmo de una canción de jazz. A partir de ese momento, se dieron cuenta de que compartían mucho más que un gusto por la música y una pasión por la actuación y la escritura. Su amor por el cine y la creación de historias los unió de inmediato. Pasaron toda la noche conversando, intercambiando ideas y hablando sobre sus futuros proyectos. A pesar de que sus trayectorias profesionales los llevarían a diferentes extremos del mundo, Daniel y Florence mantuvieron el contacto y continuaron trabajando juntos para crear historias increíbles que cautivaran a audiencias de todo el mundo. Su encuentro de casualidad en esa fiesta se transformaría en el comienzo de una de las más memorable colaboraciones en la industria del cine.
