Don-Taylor y Frances-Rafferty se conocieron en una cálida tarde de verano, en un parque cercano a la Universidad de Nueva York. Ambos estaban disfrutando del sol y leyendo un libro bajo la misma sombra de un árbol, sin saber que su vida cambiaría para siempre unos minutos después. De repente, una pelota de fútbol voló por el aire y aterrizó directamente en la cabeza de Don-Taylor. Frances-Rafferty se levantó rápidamente y corrió hacia él para ver si estaba bien. - ¿Estás bien? -preguntó ella preocupada. - Sí, gracias. -respondió Don-Taylor, frunciendo el ceño. Frances-Rafferty se dio cuenta de que había sangre en su cabeza y rápidamente sacó un pañuelo para tapar la herida. Después de un rato de conversación y risas, se dieron cuenta de que tenían mucho en común y decidieron intercambiar números de teléfono. Desde ese día, Don-Taylor y Frances-Rafferty se convirtieron en los mejores amigos y siempre estuvieron ahí el uno para el otro. Descubrieron juntos nuevas aventuras, se apoyaron mutuamente en momentos difíciles y nunca se separaron. Su amistad demostró que a veces, las mejores cosas ocurren por casualidad y que el destino tiene su propia manera de hacer las cosas.
